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Era el primer día de la semana en el que no sonaba el despertador. Abrió los ojos, escuchó durante un momento el silencio de la calle y con decisión se dirigió a la ducha. El agua caliente corrió durante minutos por su cara mientras pensaba en la cita que tenía por la tarde. Hacía meses que no se veían.
Uno de sus pasatiempos preferidos era perderse entre los puestos del mercado y volver a casa con su cesto desbordante de colores frescos, olorosos y sabrosos. La cola de gente que esperaba ante el puesto de Germán era una prueba de fe, pero la caja de frambuesas que se divisaba entre las cabezas recién peinadas de sábado convertiría a cualquier ateo.
Las frambuesas son delicadas, hay que mimarlas, apenas rozarlas, olerlas, admirarlas. Pensó en un destino a su altura y buscó inspiración en la web de Alma, www.objetivocupcake.com, y con alegría comprobó que en su cocina tenía:
-300 gramosde harina.
-3 cucharaditas de levadura química.
-200 gramosde azúcar fino.
-300 gramos de mantequilla.
-6 huevos.
-el contenido de una vaina de vainilla.
Mezcló todo, añadiendo los huevos de uno en uno, hasta obtener una masa que distribuyó en cápsulas para magdalenas, sus favoritas eran las de Mercadona porque no se engrasaban. Aún así, solía colocarlas de dos en dos sobre la bandeja del horno, rellenas no más de dos tercios. En medio de cada masa colocó una frambuesa y horneó a 160º, con el ventilador puesto, durante unos 20 minutos.
Pasado ese tiempo, pinchó varias magdalenas con un palillo y al ver que salía seco las sacó del horno y las dejó enfriar sobre una rejilla. Huyendo de los colorantes artificiales, decidió hacer una rosada buttercream de frambuesa, para lo que utilizó:
-250 gramosde mantequilla a temperatura ambiente.
-200 gramosde azúcar fino.
-6 cucharadas de leche.
-mermelada de frambuesa
Batió la mantequilla con el azúcar hasta que adquirió una consistencia esponjosa y blanquecina, poco a poco añadió la leche y por último la mermelada que tiñó la masa.
Con la potente voz de Mina de fondo se dispuso a rellenar la manga pastelera con la buttercream. Ésta también era Wilton, sus favoritas, a la que incorporó la boquilla Nº 1M de la misma marca, ambas compradas a través de la web http://www.megasilvita.com/tienda/
Desde el centro de cada bizcocho fue dibujando una rosa cuyo remate imperfecto disimuló con una perfecta frambuesa. Colocó las magdalenas sobre una bandeja transparente y miró el reloj. Era hora de arreglarse.
Se puso un vestido y retocó su maquillaje. El carmín se había desdibujado de tanto probar y chupar los dedos mientras elaboraba la receta. Se perfumó y bebió un café mientras esperaba en el sofá.
Sonó el timbre. Abrió la puerta. Allí estaba después de tanto tiempo. Con una sonrisa en la boca y una botella de cava en la mano. Se abrazaron y la mandó pasar. En menos de cinco minutos estaban hablando como siempre, como si no hubiesen pasado un gran enfado y semanas sin hablarse.
La noche prometía muchas risas, pronto se reunirían con las demás, incluso más que la tarde de charla interminable amenizada con cupcakes y cava. No hay nada que dos amigas no puedan solucionar, ni nada que unas magdalenas presumidas acompañadas de burbujas no puedan curar.