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El pasado día 7 el auditorio de la Fundación Barrié de A Coruña acogió una conferencia bajo el sugerente título ¿Deberían los gobiernos hacer feliz a la gente? Además de los participantes en el XV Congreso de Economía Aplicada, pudimos asistir otros oyentes y la sala terminó por llenarse.

Bruno Frey, economista suizo, profesor de dos universidades europeas, autor de numerosas publicaciones y poseedor de varios doctorados honoris causa, hizo gala de una gran sencillez e impartió una conferencia inteligible y amena en la que las risas de la audiencia fueron la nota predominante.

Aunque no expuso ninguna teoría revolucionaria y repasó aspectos que cualquiera podría suponer que nos harían felices en el día a día, creo que no está demás que nos los recuerden.

Personalmente, estoy saturada de ver y escuchar titulares alarmantes cada día. La mitad del tiempo me informan de conceptos que ni siquiera alcanzo a comprender y a los que no encuentro explicación. Y así vivimos desde hace cuatro años, amenazados por el miedo. Mientras, a nuestro alrededor, la situación económica de mucha gente empeora

Comentaba el profesor Frey que los gobiernos, de cualquier tendencia, deberían dejar de engañar a la población y promover, respaldándose en las constituciones, las condiciones para garantizar la felicidad del individuo. En su opinión, desarrollar políticas que amparen la educación, el empleo y una democracia real es la mejor opción para vivir lo que se denomina Economía de la Felicidad.

Según este profesor, si no dispones de una renta, no llegas a ser feliz. El problema del desempleo que sufrimos es tan grave que Frey advierte que los jóvenes que hoy día no pueden trabajar arrastrarán ese estigma de por vida porque considerarán que no son útiles para la sociedad.

Sin embargo, después de años de investigación ha concluido que para alcanzar un alto grado de satisfacción en nuestras vidas tan importante es desarrollar un proyecto laboral como tener amigos.

Y ante una improvisada encuesta entre los asistentes a la charla, en una escala del uno al diez, representando el primer número la infelicidad y el último la felicidad, la mayoría de participantes situamos nuestra satisfacción vital entre el 8 y el 10.

Así que ante el panorama que tenemos en España, me ha dado por pensar que igual nos caracterizamos por potenciar fuertes lazos de amistad y relaciones familiares y sociales. Y aunque este comportamiento es imposible que compense la dura realidad económica y laboral es el mejor de los bálsamos.

Decía Bruno Frey que la gente feliz sonríe, pero no con la boca, sino con los ojos y esa sonrisa no se puede disimular. Y yo no sé vosotros, pero para mí disfrutar de mis amigos representa la ilusión, la alegría, lo que entiendo por felicidad. Desde luego, no concibo mi forma de vida sin ellos. Unos están conmigo desde que tengo uso de razón y con otros me sentaba en el cole. Y poco a poco hubo nuevas incorporaciones en el instituto, la universidad y el trabajo. Es uno de los aspectos de la vida en los que puedes elegir. Y en la mía, seguramente, es de lo que más orgullosa estoy.

A veces pienso en esa gente que abandona relaciones de amistad por centrarse exclusivamente en una pareja, porque cambia de residencia o por simple dejadez. E imagino sus vidas tan vacías… y unos ojos tan serios…