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Nunca me ha gustado el minimalismo. Es más, he llegado a aborrecer las colecciones de Calvin Klein de la década de los años 90 y esas estancias asépticas decoradas en blanco y negro en las que todo es plano, recto y sin textura. Toda esa quietud me aburre.

Sin embargo, reconozco que en lo que concierne al maquillaje, menos es más. Recuerdo cuando con 18 ó 19 años mi prima A. y yo echábamos un buen rato delante del espejo para arreglarnos para salir los sábados. Llevábamos los ojos o la boca muy marcados y la tez camuflada con base y polvos. Y en realidad no lo necesitábamos, pero te lo podías permitir porque aunque con tanta pintura te echabas unos años encima, daba igual.

Con el paso del tiempo aprendes a distinguir lo que realmente te favorece y desechas numerosos productos. Mi neceser actual nada tiene que ver con el de hace años. Es más, hoy día mis productos de maquillaje diario caben en un espacio bastante reducido. Aparte tengo algunas paletas de sombras de ojos y algunas polveras de sol que guardo como oro en paño y que utilizo esporádicamente.

Debo decir que nunca he escatimado dinero a la hora de comprar productos cosméticos para el rostro porque están en contacto directo con la piel durante horas y prefiero evitar sustos desagradables que sólo pueda solucionar un tratamiento dermatológico.

Hace tiempo que sigo una rutina de cuidado facial para mantener a raya todos los problemas que sufre una piel grasa como la mía. Y debo de ser constante porque si no, rebelde como su dueña, acaba por comportarse como ella quiere. Por la mañana y por la noche limpio la tez detenidamente y, a continuación, la hidrato mediante la aplicación de unas gotas de sérum, seguido de un fluido hidratante, con alta protección solar si voy a salir a la calle, y contorno de ojos.

Cada mañana, con la cara limpia e hidratada procedo a unificar la tez. Como la mayoría de mujeres, he probado un sinfín de bases de maquillaje, de todas las marcas y texturas, pero ninguna me terminaba de convencer. Pues bien, desde hace unos meses he encontrado mi solución. Es la crema compacta Couvrance de Avene, que podéis encontrar en cualquier farmacia o parafarmacia.

Yo la utilizo libre de aceites, pero también la hay para piel seca con textura enriquecida. Con una esponja sin latex humedecida la aplico a pequeños golpecitos hasta que mi piel se muestra unificada y he cubierto pequeñas marquitas. Tengo que decir que es la única base de maquillaje que no me da sensación de pesadez con el paso de las horas.

A este descubrimiento tengo que sumar otro. Éste me lo hicieron mis amigos en mi cumpleaños al regalarme la Hydra Life BB Cream de Dior. Tenía muchas ganas de probar una BB Cream y, realmente, ha superado mis expectativas. De textura fluida, con muy poca cantidad y aplicándola con los dedos el rostro se unifica y desprende luz. Es increíble. Y tampoco deja sensación de pesadez con el paso del tiempo.

Mis ojeras, al igual que la piel, tienen mucha personalidad. Y la suya es una personalidad azul, muy azul y por días, intensamente azul. Ya he probado de todo para intentar neutralizarlas sin mucho éxito y uno de los productos que mejor me están funcionando es el Concelear in a Jar de Nyx en el tono amarillo. Aplico una cantidad pequeña con la yema de los dedos y fácilmente se funde con la piel sin dejar pliegues.

El siguiente paso en mi rutina es rizar las pestañas y aplicar cuidadosamente desde la raíz a las puntas una máscara negra, aunque en verano también utilizo mucho una de color azul índigo. Estoy muy contenta con Diorshow Iconic  de Dior porque tiene un cepillo de silicona con los filamentos dispuestos en hileras helicoidales que hacen que el producto se reparta sin dejar pegotes.

Para fijar la base de maquillaje y una vez que ya se ha asentado sobre la piel la fijo con unos pocos polvos sueltos aplicados con brocha. Esto también retrasa la aparición de los odiados brillos, que tarde o temprano llegan a la fiesta sin haber sido invitados. Desde hace años soy fiel a Poudre Universelle Livre de Chanel porque aportan unas partículas mínimas de destello apenas imperceptibles que dan un aspecto precioso. Únicamente me los aplico en la «zona T», justo en el centro de la frente, en la nariz y la parte de los pómulos más próxima a ella y barbilla. El resto del rostro lo dejo libre para evitar el efecto máscara.

Con estos pasos ya estoy lista, aunque suelo aplicar color a los labios. Siempre he preferido maquillar la boca a los ojos y definitivamente, mi cosmético preferido es la barra de labios y si puede ser roja mejor que mejor. Tengo muchas y en muchos tonos. Son mi fetiche, mi tesoro. Algunas por las que siento debilidad son Rouge Allure de Chanel y Rouge Serum de Dior.

Si me sobra un poquito de tiempo, aunque al escribir la frase y ya me está dando la risa sarcástica (soy de esos especímenes que por la mañana aprovecha la cama hasta el límite), me gusta darme unos brochazos de las Meteorites Perles de Guerlain por toda la cara. Aportan luminosidad, huelen a violeta y sólo manipular ese cofre hace que madrugar haya merecido la pena.

Y si todavía me quedan unos minutos (sigo en mi mundo de fantasía…), aplico en el corazón del labio una gotita del High Beam de Benefit. Es pura magia y concentra la atención de todas las miradas reflejando la luz con una definición precisa y cautivadora. Este producto multiusos también se puede aplicar en lo alto de los pómulos o debajo del arco de la ceja. Me tiene enamorada.

Como veis, todos los pasos son sencillos, prácticos y sólo pretenden unificar el tono de la piel para darle buen aspecto sin enmascararla, ni cubrirla. Huyo de cualquier producto que tape sin más. Me obsesiona que el rostro irradie luz y todo esto ayuda mucho, pero ¿sabéis cuál es el mejor secreto? Una amplia sonrisa. Siempre será el mejor de los maquillajes.