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«No se puede tener el alma grande o el talento penetrante sin cierta pasión por las letras», Luc de Clapiers.

Tenía doce años cuando una de mis profesoras me regaló un cuaderno que todavía conservo. De tapas rojas y rígidas, en el centro lleva mi nombre grabado en dorado. Las hojas están en blanco y en la última hay una dedicatoria en la que se lee: «Para que escribas aquí todo eso que tú piensas».

Aunque al principio hice anotaciones mías, el cuaderno está lleno de citas, frases y fragmentos que he extraído de obras de grandes escritores y pensadores. Todos deberíamos leer mucho más, incansablemente, para asimilar una ínfima parte de las reflexiones de esas mentes brillantes. Nos hace tanta falta…La casa de los espíritus

Cuando era una cría no me gustaba nada la lectura y me enfadaba cuando me regalaban libros, pero a medida que entré en la adolescencia me fue interesando y enganchando. Una de las primeras autoras de las que empecé a devorar sus relatos fue Isabel Allende. El comienzo de La casa de los espíritus da la bienvenida en mi cuaderno rojo:

«Barrabás llegó a la familia por vía marítima, anotó la niña Clara con su delicada caligrafía. Ya entonces tenía el hábito de escribir las cosas importantes y más tarde, cuando se quedó muda, escribía también las trivialidades, sin sospechar que cincuenta años después, sus cuadernos me servirían para rescatar la memoria del pasado y para sobrevivir a mi propio espanto».Crónica de una muerte anunciada

La escritora te secuestra como nadie con sus historias y ya no puedes dejar de habitar su universo, mezcla perfecta de realidad y magia. De igual forma lo consigue Gabriel García Márquez. Me ha gustado y mucho absolutamente todo lo que he leído de él. Éste es uno de mis fragmentos favoritos de su Crónica de una muerte anunciada:

«Su vida de casada de vuelta seguía siendo tan simple como la de soltera, siempre bordando a máquina con sus amigas como antes hizo tulipanes de trapo y pájaros de papel, pero cuando su madre se acostaba permanecía en el cuarto escribiendo cartas sin porvenir hasta la madrugada. Se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío, y volvió a ser virgen sólo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión».La sombra del viento

Aunque no suelo leer las publicaciones que se ponen de moda, hace unos años me animé con La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, y guardé este diálogo:

«-¿Y cómo me ves tú a mí?

-Como un misterio.

-Ése es el cumplido más raro que me han hecho nunca.

-No es un cumplido. Es una amenaza.

-¿Y eso?

-Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden.

-A lo mejor te decepcionas al ver lo que hay dentro.

-A lo mejor me sorprendo. Y tú también.

-Tomás no me había dicho que tuvieses tanta cara dura.

-Es que la poca que tengo la reservo toda para ti.

-¿Por qué?

Porque me das miedo, pensé».Antología poética de Pablo Neruda

De vez en cuando acudo a la poesía, aunque me gusta hacerlo en dosis muy pequeñas, que es como mejor la disfruto. Escojo un autor y leo uno o dos poemas, dejo reposar el libro y lo retomo tiempo después. He transcrito algunos. Sencillo y sincero me parece La muerte, de Pablo Neruda:

«He renacido muchas veces, desde el fondo

de estrellas derrotadas, reconstruyendo el hilo

de las eternidades que poblé con mis manos,

y ahora voy a morir, sin nada más, con tierra

sobre mi cuerpo, destinado a ser tierra.

No compré una parcela del cielo que vendían

los sacerdotes, ni acepté tinieblas

que el metafísico manufacturaba

para despreocupados poderosos […]».

O los versos de éste, de Pedro Salinas:

«[…]Tu presencia y tu ausencia

sombra son una y otra,

sombras me dan y quitan,

(¡Y mis brazos abiertos!)

Pero tu cuerpo nunca,

pero tus labios nunca,

felicidad, alma sin cuerpo, sombra pura».terenci

Una de mis pasiones es el cine y de vez en cuando hojeo, releo y admiro las fotografías de los volúmenes que Terenci Moix, bajo el título, Mis inmortales del cine, dedicó al séptimo arte de las décadas de los años 30, 40, 50 y 60:

«Es difícil imaginar en la historia del cine, o en la de cualquier otro arte, un rostro más perfecto que el de Ava Gardner. Imposible encontrar una cara más inquietante. Tanto en la imagen como en la crónica de dos décadas, Ava Lavinia fue única. Recuerda al mundo aquel momento dorado en que Hollywood, al crear a sus figuras, exigía ante todo lo irrepetible».

Hay cientos de anotaciones más en mi cuaderno extraídas de obras de Vicente Aleixandre, Lorenzo di Medici, Elizabeth de Austria-Hungría, Horace Walpole, Kostandinos Kavafis, Federico García Lorca, Truman Capote, Francis Scott Fitzgerald, Alessandro Baricco, Ameée Ozenfant, Carlos Fuentes, Pietro Aretino o Keneth Clark, entre otros, pero lo que más me gusta es que todavía le quedan muchas páginas en blanco, que me servirán para seguir aprendiendo.

Como decía Antonio Machado, «después de la verdad nada hay tan bello como la ficción» y yo, que soy muy cuentista, os dejo con una de las más magníficas recopilaciones de este género:

«El rey ordenó a su visir que cada noche le llevara una virgen y cuando la noche había transcurrido mandaba que la matasen. Así estuvo haciendo durante tres años y en la ciudad no había ya ninguna doncella que pudiera servir para los asaltos de este cabalgador. Pero el visir tenía una hija de gran hermosura llamada Sherezade… y era muy elocuente y daba gusto oirla […]», Las mil y una noches.