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Manos de hombre, la perdición
Deseo
Que me des un masaje en la cabeza, lento, empezando por la nuca. Suave. Apenas imperceptible. Quiero sentir escalofríos. Ni siquiera necesito que sea un masaje. Sólo quiero que me toques el pelo y juegues con él. Enreda tus dedos entre mis mechones. Ésa es mi felicidad. Y ahora, disfruta de cómo me abandono.
Deseo
Una sortija con una rosa de Francia montada en oro amarillo. Vive desde hace muchos meses en el escaparate de un anticuario de joyas cerca de mi casa. Cuando paso delante de ella acelero el paso y la miro de reojo. Me gusta desde hace tanto que a veces me sorprendo pensándola. Un día no me resistí y entré a probarla. Encaja perfectamente en mi dedo anular. El anticuario me dijo que a muchas mujeres no les cabe. De algo tiene que servir tener unos dedos menudos. Ahora pienso más en ella. Aún más. Pero hago que no la veo cuando paso por delante. Aunque no lo puedo negar. Sé que es perfecta. Para mí.
Esta sortija se ofertó en Subastas Segre, pero la mía es mucho más bonita
Deseo
Quitarme los zapatos de invierno, los calcetines y tener los pies desnudos. Sentir la madera en la planta mientras doy paseos hablando por teléfono. Notar el frío de las baldosas cuando me levanto al baño en mitad de la madrugada. Lanzar mis sandalias en volteretas aéreas, dejar que la hierba humedezca mis plantas y se haga espacio entre los dedos. Hundir mis tobillos en la orilla del mar, mientras noto cómo el agua escarba bajo mis talones arrastrando miles de granos de arena, poniéndome difícil el equilibrio. Y que las trufas de mis perros me despierten cosquilleantes de la siesta bajo un árbol.
Aquí os dejo un microrrelato sobre pies
Deseo
Levantarme tarde. Sin sonidos desagradables de aparatos eléctricos que me sobresalten. Ducharme sin prisas, dejando que el agua se canse de resbalar por mi cara. Secarme despacio e hidratar cada esquina de mi piel. Dejar que un vestido de seda se deslice desde mi cabeza hasta suspenderse en mis hombros. Calzar unas sandalias, coger mi bolso de cuero y salir a la calle porque está silenciosa. Tranquila. Luminosa. Y la brisa seca mi cabello en apenas minutos. Y huele a mar
Fotografía de la serie Silencio, de Mayte Vieta
Poco queda ya para ir cumpliendo deseos.