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Cristóbal Balenciaga, Diana Vreeland, Diseño, Eric Boman, Manolo Blahnik, Mariano Fortuny, Moda, Paloma Picasso, Zapatos
«Cuando visito España, lo primero que hago es acudir al Museo del Prado. Siempre encuentro inspiración en él», Manolo Blahnik.
Su madre le inculcó el amor por la cultura española y ahora relee a Lorca, Pérez Galdós y Leopoldo Alas siempre que puede. Manolo Blahnik se crió en Santa Cruz de La Palma cuando, como él recuerda, la isla rezumaba una naturaleza virgen, entre la cual su familia tenía una plantación de plátanos que todavía conserva, y la banda sonora de su niñez estaba protagonizada por la copla. Pero pronto se volvería cosmopolita y terminaría por vivir en diferentes ciudades europeas como París, Ginebra, Londres o Bath, su actual lugar de residencia.
Cuenta que fue la incomparable Diana Vreeland la que durante un encuentro con él en Nueva York le insistió para que enfocara su creatividad al diseño de zapatos. Y desde entonces el canario no ha dejado de aprender y formarse con artesanos en los secretos de una profesión que lo ha convertido en uno de los zapateros más deseados en todo el mundo.
Cuando le preguntan si baraja la opción de sacar una línea más asequible en precio dice que no le interesa porque considera que la calidad de sus productos se resentiría, algo inconcebible para quien no sabe trabajar de otra forma sino es de manera artesanal, con una meticulosidad y exigencia altísimos. Así, quienes quieran pasearse con un par de sus diseños deberán desembolsar 500 ó 600 euros como mínimo. Aunque si como dijo Madonna llevar unos manolos es mejor que el sexo, igual merece la pena empezar a ahorrar.
Su íntima amiga Paloma Picasso lo conoció en París cuando todavía no había decidido hacia dónde iba a dirigir su carrera tras haberse formado en Arte y Literatura en Ginebra. Escribe Paloma en el libro Manolo Blahnik, cuyas fotografías realizó Eric Boman y que me regalé hace un tiempo, que «la exuberante conversación de Manolo se dispara en todas direcciones. Puede usar cuatro idiomas distintos en una sola frase con el claro objetivo de comunicar sus ideas adecuadamente; y en sus diseños trabaja del mismo modo: usando abundantes referencias, una maestría técnica afilada como una cuchilla, una maniática obsesión por el detalle y una estética personal que puede llegar a lo sublime«.
Aunque fue el personaje de Carrie Bradshow quien elevó los zapatos de Blahnik a la categoría de máximo objeto de deseo entre un público más amplio, sus clientas ya proliferaban por los cinco continentes y entre ellas se encuentran actrices, miembros de la realeza o modelos. De todas, el zapatero recuerda especialmente bonitos los pies de Kate Moss.
«Sus zapatos vuelven locas a las mujeres porque al encaramarse sobre sus altos tacones les parece haber alcanzado un estatus de semidiosas. Si el mundo es puro teatro, un par de manolos es el mejor accesorio para salir a escena», afirma Paloma Picasso. Pero Blahnik confiesa que las verdaderas diosas de pies perfectos son aquellas que reproduce la estatuaria griega antigua. Recrearse en esos pies es para él uno de sus pasatiempos predilectos. Siempre, la exquisitez.Manolo Blahnik vive su trabajo y la vida con pasión. Le gustaría haber calzado a la emperatriz Eugenia de Montijo, a Paulina Borghese y a María Antonieta. Ama el cine y su película preferida es El gatopardo, de Visconti, porque adora cómo Claudia Cardinale muerde su labio inferior; decoró los escaparates de sus tiendas con réplicas de El amor eterno, el barco de Historias de Filadelfia y evoca la delicadeza de Maggie Cheung en su pequeño piso de Deseando amar, de Wong Kar Wai. Junto a Paloma Picasso y Marisa Berenson tuvo la intención de volver a poner en funcionamiento la casa de moda de la abuela de esta última, la indispensable Elsa Schiaparelli. Y afirma que los libros son su vida.
Entiende que sus clientas suspiren por los tacones, pero a él le gustan por igual los zapatos planos. Cuando leo que adora la película Mujeres, de George Cukor, siento un vuelco en el estómago porque la descubrí hace menos de un año y se ha convertido en una de mis favoritas. Venera a Zurbarán, Magritte, Picasso, Velázquez, Goya, Chardin y Vermeer como verdaderos maestros y entre sus colegas confiesa una gran admiración por Yves Saint Laurent, Mariano Fortuny y Cristóbal Balenciaga, pero cuando lo comparan con ellos se muestra pudoroso.
Hace unas semanas vi el documental God save my shoes!, en el que se analiza por qué el calzado es el complemento predilecto entre la mujeres y donde se recogen testimonios de coleccionistas y diseñadores. Personalmente, antes de pensar la ropa que voy a poner, elijo los zapatos y a partir de ellos configuro el resto del estilismo. Dicen que cuando calzas unos tacones, éstos actúan directamente sobre el cerebro y hacen que la mujer que los lleva se sienta sexy y poderosa. Creo que esa afirmación se aproxima bastante a la realidad. Desde luego, te sientes muy favorecida y la forma de caminar se vuelve muy sensual.
No sé si algún día tendré un par de manolos, aunque me gustaría y mucho, porque de todos los objetos relacionados con la moda, sin duda los zapatos son mi obsesión. Admiro los diseños y gustos de Blahnik. Porque es un hombre que cuenta que cuando era joven escuchó una canción que le emocionó, pero no fue hasta años después, al volver a oírla, cuando supo que era de Chavela Vargas. Dice que hay casualidades que hacen que la vida merezca la pena y ahora disfruta con la mexicana en la filmografía de Almodóvar. A mí, esta confesión me arranca una sonrisa cómplice.