Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

No lo puedo evitar, para mí es la banda sonora perfecta. Quizá no sea la mejor, pero con ella descubrí el mundo del cine, con mayúsculas. El paquete completo.

Recuerdo perfectamente la larga cola que tenía que hacer con mis padres para llegar a la taquilla del Teatro Colón, casi era igual de larga que mi sonrisa. No podía parar quieta ni un minuto, quería llegar ya, soltar la moneda de 500 pesetas a cambio de un ticket y subir corriendo para coger un buen sitio.

Mi madre y yo siempre íbamos para el gallinero, mientras mi padre se quedaba en el bar para comprar palomitas y regaliz. Nosotras le guardábamos una butaca con nuestros abrigos y allí esperábamos sentadas.

Me encantaba buscar las figuras de los frescos del techo, de los que colgaba una gran araña de cristal y después bajar con la mirada por las cortinas rojas de terciopelo, recogidas con grandes cordones dorados, a los lados del escenario. Un gran telón cubría la pantalla y había una mezcla de olores muy especial.

Cada vez entraba más y más gente, sin dejar ni un hueco libre, y mi padre siempre tardaba mucho, tenía miedo de que la luz se apagara y después no pudiera encontrarnos, pero siempre lo hacía, aunque a veces lo ayudaba el acomodador.

Solía aparecer in extremis, cuando el telón ya se había subido, nos habíamos quedado casi a oscuras y empezaban los anuncios. Un restaurante italiano, una tienda de cocinas y algún tráiler. Al rato, caía la oscuridad completa, el ruido de la gente cesaba y con algún que otro shhhhhh se hacía el silencio: comenzaba la película y yo había dejado de existir en el mundo. Las letras azules avanzaban hacia mí dejando una estela a su espalda. ¡Guau! Hasta los títulos de crédito eran fantásticos, pero lo mejor, sin duda, era la música. Toda una orquesta tocando para ti, vibrando al mismo tiempo que mi ritmo cardiaco y haciendo que mi imaginación saliera fuera de órbita, esperando algo increíble. La dirección de Richard Donner y los efectos especiales lo eran; Christopher Reeve, también; pero John Williams había conseguido que viviera la película antes de verla, que saliera cantando del cine y que fuera la sintonía que repitiese cada vez que saltaba como una loca, de golpe, las 15 escaleras del portal de mi casa, con el brazo erguido y el puño cerrado, pensando que podía volar.

Si eso no es magia, que baje Dios y lo vea.

Hace unos días, hablaba de esto con Israel, que tiene mi edad, y me preguntaba por qué considerábamos tan buenas aquellas películas de los 70 y los 80:

– Hombre, son nuestra infancia –le dije- Crecimos con el cine en su máximo esplendor, cuando las salas se llenaban y era un espectáculo. Los efectos especiales evolucionaron muchísimo en muy poco tiempo, los guiones estaban muy trabajados y se invertían montones de dinero. Parte de ellos eran para la banda sonora, creada por grandes compositores e interpretada por filarmónicas. Ahora, con unos ordenadores ya tienes todo. Y la música… La música es la mitad de la película. Si no, prueba a poner alguna de terror y quítale el sonido. Verás como dejas de sentir miedo. O al revés, si yo entono…


– ¿Qué sientes?

– Jejejeje. Que el tiburón viene a por mí.

– Y eso porque has visto la película, pero si no lo hubieses hecho, posiblemente te sentirías inquieto y dirías que va a pasar algo malo. Es por las sensaciones que producen en el cerebro ciertos sonidos o ritmos. Esa la compuso también John Williams. Es muy buena. Pero para mí, la del horror absoluto es “Psicosis”. Insoportable. Oscila de forma brusca entre tonos graves y agudos, muy rápido, te desestabiliza y en la película, en ningún momento ves cómo se clava el cuchillo, o el torso de Janet Leigh. Solo ves su cara de pánico, oyes su grito y ves una sombra, pero es que no te hace falta ver más, con cada agudo visualizas el cuchillo clavándose. Es impresionante. De hecho, si Hitchcock no hubiese incorporado esa música de Bernard Herrman, que pensaba que sería algo de jazz en un principio, no causaría para nada la histeria que generó en el público.


– Sí, sí, sí…

– Hay muy buenos compositores. Yo más o menos juzgo las bandas sonoras por las emociones que me hacen sentir. Si se adaptan a la imagen y la refuerzan, cada vez que las tararee veré la película en mi cabeza.

– ¿Hacemos la prueba? Yo canto y tú adivinas.

– Venga, va.

– “Indiana Jones”.

– Es la aventura pura en música.

– “La Guerra de las Galaxias”

– Esta es más exagerada, pero querían hacer algo contundente y fantástico.

– “E.T.” -resuelve.

– Todas son de Williams -le digo.

– Pues sí que hizo unas cuantas.

– Voy a cambiar de autor. Esta es de Ennio Morricone. Hizo muchas de películas del oeste.


– “La muerte tenía un precio”

– También hizo las de «La misión», «Los intocables de Elliot Ness», «Cinema Paradiso»

– “El Padrino”

– De Nino Rota. Y todas estas son piezas instrumentales. Después hay películas asociadas a una canción, como “Ghost”, “Pretty woman”, “Cuatro bodas y un funeral”… Pero bueno, ya es diferente.

– Pero esas son todas antiguas. No recuerdo ninguna actual…

– Cómo que no, ¿y la de “Braveheart”? Es de James Horner. Hizo más de cien bandas sonoras.


– Sí, hombre, pero más actual todavía.

– “Gladiator”, por ejemplo. Esta es de Hans Zimmer. Otro que hizo un montón de bandas sonoras. Por la que es más conocido es la de «El Rey León».

– ¡Ah, es verdad! ¿Cómo era la de «Gladiator»?

– La de “Piratas del Caribe” es muy buena.

– Para hacerla estuvieron trabajando un montón de compositores: aparte de Hans Zimmer y Klaus Badelt, estaban Ramin Djawadi, James Dooley, Nick Glennie-Smith, Steve Jablonsky, Blake Neely, James McKee Smith y Geoff Zanelli.

– Sí, está bien.

– “El Señor de los Anillos”, de Howard Shore.


-¡Ah! Y otra que me gusta mucho, pero esta es más antigua, es la de “Carros de fuego”.

– Nadie se acuerda mucho de la película, pero todo el mundo recuerda a un montón de tíos corriendo de blanco a cámara lenta por la playa. Es de Vangelis.

– Síiiiii, es verdad, ¿de qué va esa película?

– De las competiciones de atletismo como deporte olímpico en los años 20. La superación, la ambición, la felicidad…

– Tengo que verla.

– Ese es otro de los efectos de la música, te entran más ganas de ver la película.