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Julio Iglesias

Julio Iglesias, siempre auténtico

Aparentar es el segundo deporte nacional, después de la envidia. Ni ganando siete veces consecutivas la copa del mundo la selección masculina de fútbol conseguiría escalar hasta la cima. Nuestra habilidad para el querer y no poder desconoce cualquier límite, así que aparentamos en todos los ámbitos del día a día. Nos convertimos en el «yo más» de las últimas novedades tecnológicas, de los viajes, de las redes sociales, de los restaurantes y locales más de moda, de las demostraciones de afecto, de las salidas nocturnas, de las fiestas al lado de la piscina, de presumir de pareja o lo que es peor, de presumir de tenerla, o lo que es para hacerse el harakiri, del buen gusto que tiene. Y así, con todo.

Pero dentro de este aparentar masivo en el que habitamos, me vengo fijando desde hace cierto tiempo en uno concreto, practicado por algunos hombres. Consiste, fundamentalmente, en predicar ante la mujer en la que están interesados en ese momento sobre el éxito que tienen entre el resto de las de su género. Esto implica detallar con cuántas se acuestan, sus edades, las posturas en las que practican sexo, lo buen amantes que son, lo que les piden y dejan de pedir, lo que los acosan a llamadas y mensajes y lo enamoradas que acaban de ellos, sin remedio posible, por supuesto. Porque es vital para todos que sepamos que esas mujeres que han probado el saber hacer de esos alumnos aventajados de Nacho Vidal están dispuestas a abandonarse al señor Grey de turno para que su vida sea completa.

Sí, señoras y señores, esto está pasando. Y ante estas actitudes, que me hacen reír a carcajada, pienso:

1. ¿Esa clase de hombres se cree lo que está diciendo a sus posibles conquistas? ¿Esos machos Alfa se toman en serio a sí mismos? ¿Se creen guapos, altos, atractivos, irresistibles y portentos sexuales? ¿Piensan que todas, absolutamente todas las mujeres suspiran después de haberlos visto pasar por la calle o por sus camas? Si es así, olé por ellos. ¡Cuánto dinero se van a ahorrar en terapeutas!

2. ¿Esa clase de hombres tienen la autoestima por los suelos? ¿Es todo fachada? ¿O tienen una imaginación desbordante? En este último caso no sé a que esperan a presentar un monólogo a El club de la comedia o a escribir la nueva saga best seller de libros erótico festivos. Que se lo piensen bien porque si triunfan, luego venderían los derechos a Hollywood donde harían un par de películas cutres con los actores de moda y los invitarían a alguna alfombra roja de segunda. Y eso sería su mayor triunfo porque podrían contar, a quien quiera escuchar, que se lo montaron en los baños con una estudiante del Actor’s Studio de 22 años, la misma que viste un Cavalli con estampado animal, escote delantero, en la espalda y apertura longitudinal hasta la ingle, entre entrega de premio y entrega de premio.

3. ¿Esos hombres tienen vida fuera de un chat, lejos de un personaje virtual? ¿Son capaces de sentarse frente a una mujer y decirle lo que quieren y sienten a la cara, tanto en el plano sexual como afectivo? Y lo más importante, ¿conocen la existencia de la Real Academia Española de la Lengua? Sí, la misma que vela por el uso correcto del español.

4. Aspirantes fuleros (la segunda acepción del DRAE los define así: «chapucero, inaceptable, poco útil») a Julio Iglesias, por favor, aprendan primero la letra de Soy un truhán, soy un señor. Los experimentos, con gaseosa. Y recuerden, Julio nunca alardearía de sus conquistas femeninas, siempre remangaría su camisa blanca y es evidente que tiene más sentido del humor que lo que ustedes puedan acumular en toda su vida. Todos sabemos que a los hombres lo que les molesta no es que la mujer que pretenden mire a otro, si no que se ría con otro.

5. Y por último, como dice mi querido @LaPuntitaNaMas: «Soy cinturón negro en vergüenza ajena».