Etiquetas

, , , , ,

El fin del romance

Julianne Moore y Ralph Fiennes protagonizan El fin del romance

«Los celos que parecen no tener por objeto más que a la persona querida demuestran, más que ninguna otra pasión, que solamente nos amamos a nosotros mismos», Etienne Coeuilhe.

La semana pasada estuvo protagonizada por los celos. Hablé sobre ellos con dos personas muy cercanas. Una de ellas rompió su relación, supuestamente idílica a los ojos de todos, porque ya no soportaba los celos infundados de su pareja, que hacían que se comportara de manera estúpida e insoportable. La otra persona, por su parte, me dijo que lo más probable es que yo no experimentara la sensación que producen los celos porque no soy pasional. Y, siguiendo esta argumentación, parece ser que la pasión se puede desbordar para lo bueno y para lo malo. Y en esta última categoría, entiendo que de autodestrucción, entran en juego los celos.

Pero por si todo esta avalancha de sentimientos extremos no fuera suficiente, resulta que estoy en plena lectura de El fin del romance, de Graham Greene, en el que un escritor mediocre vive inmerso en los celos enfermizos que siente hacia su ex amante, a su vez es esposa de un amigo suyo. Me está gustando mucho la novela, tanto como me fascinó la película homónima protagonizada por Julianne Moore y Ralph Fiennes.

Escribe Greene en el libro: «Mi profesión es imaginar, pensar en imágenes. Cincuenta veces al día, e instantáneamente cuando me despertaba por la noche, el telón se levantaba y empezaba la misma representación, siempre la misma: Sarah haciendo el amor, Sarah con X, haciendo las mismas cosas que había hecho conmigo, Sarah besando de aquel modo especial suyo, arqueándose en el acto sexual, exhalando aquel grito gemebundo, Sarah después del acto, abandonada…»

El fin del romance

Julianne Moore interpreta a Sarah y Ralph Fiennes, a Bendrix

¿Qué queréis que os diga? No entiendo nada. No, no soy celosa. Y por lo que veo esto es un alivio desproporcionado. Yo, que soy muy práctica y mental para muchas cosas, parece que también lo soy en este terreno. Es evidente que no eliges de quién te enamoras y que no puedes evitar estarlo aunque la otra persona resulte poco recomendable. Pero intentar controlar quién le puede atraer, interesar, gustar o de quién se puede enamorar la persona por la que bebes los vientos eso ya me parece un trabajo innecesario. Una pérdida de tiempo y energía que, personalmente, gastaría en horas de sueño, por poner un ejemplo.

Ya sé, ya sé que sentir celos, no me queméis en la hoguera, no se puede evitar. Pero me recuerda mucho a la envidia (ya huelo la leña empezando a arder). Supongo que es otro sentimiento que tampoco alcanzo a comprender. Son dos situaciones que producen tanto daño y angustia en quienes las sienten que me cuesta imaginar lo complicado que debe de ser vivir el día a día desde esos puntos de vista.

El fin del romance

Bendrix y Sarah engañan al tercero en discordia, Henry, el marido cornudo

El amor se puede complicar hasta el infinito y más allá. Puedes amar y no ser correspondido. Puedes vivir un amor platónico. Puedes ser la otra o el otro de una relación a tres bandas. Puedes vivir una relación en plenitud o casarte y divorciarte antes de cumplir el primer aniversario. Puedes esperar una vida a encontrar a la persona que está hecha para ti o disfrutar de su compañía desde que sois unos críos. Pero lo que tengo más que claro es que tardéis lo que tardéis en estar juntos, una vez que decidáis dar el paso, una de las cosas más importantes es ponérselo fácil a la otra persona.

Igual a vosotros no os pasa, pero a mí a veces me resulta cansado aguantarme, soportarme y entenderme. Pero algo que sí que hice hace mucho fue asumirme tal y como soy. Y creo que si quieres a otra persona la aceptas tal y como es, sin pretender cambiarla, ni adaptarla a tus conveniencias y rigideces mentales. Cuando una amiga me dice que a pesar de los celos de su pareja debería haber aguantado más antes de marchar de casa, sabes que todo va mal. El verbo aguantar supone un trabajo y un esfuerzo que sumar al día a día y no estoy por la labor. Me alegro de que ella, finalmente, tampoco lo estuviera.

El fin del romance

Bendrix terminó por odiar a Sarah

Yo, la no pasional, según la otra amiga que se reconoce celosa, sólo concibo una relación de amor de la siguiente manera. Y estoy hablando de quererse, amarse, respetarse, admirarse, desearse y disfrutarse en la cama y fuera de ella:

Si estamos juntos, lo estamos. Si no quieres o no quiero estar contigo, nos lo decimos. No nos pongamos los cuernos, ni en ridículo. Hagámonos ese favor.

Te voy a hacer la vida fácil porque he decidido compartirla contigo. No soy perfecta, pero tú tampoco, así que no nos cabreemos innecesaria y mutuamente.

-Me gustan los amigos, las aficiones, los valores y los intereses que que he escogido a lo largo de mi vida y que hacen que me levante cada día. Me gusta la persona en la que me he convertido, así que no critiques, ni cuestiones, ni intentes imponerme nada. No tenía pensado hacerlo contigo.

No me gustan los jueguecitos. Detesto las cartas y el dominó. Así que conmigo te puedes ahorrar todas y cada una de las estrategias para intentar darme celos, hablarme de otras supuestas amantes bandidas o de lo deseado que eres entre otras mujeres. ¿Te intereso? Bien. ¿No te intereso? También. A Clooney sólo lo veo en actos a los que no asisto y por la calle falta el primer día que me cruzara con uno que mínimamente se le parezca. Lo siento, chicos, pero que te tiren los trastos a través de las redes sociales es el nuevo piropo desde el andamio. ¿Lo pilláis?

El fin del romance

La relación que mantienen Sarah y Bendrix me produce angustia

Quererese y amarse es algo serio y, a la vez, muy divertido. A mí los dramas me gustan en el cine, en la literatura y en el arte. ¿Os parece poco hija de puta la vida? En el día a día busco lo fácil, aunque veo que para la mayoría es lo difícil. Quiero miradas que quiten el aliento, risas, complicidad, amistad, pasión, cariño, charlas hasta la madrugada, cocinar para ti y ver cómo se pone el sol sobre Santa María della Salute apoyando mi cabeza en tu hombro.

Aborrezco los postureos, el quedar bien, el cinismo, el ir de lo que no se es, el presumir de lo que se tiene y, peor todavía, de lo que tiene tu amigo el de Cuenca. No lo hagas delante de mí. No lo necesito. Me espanta. Esa actitud y yo nos repelemos, somos como agua y aceite.

Me da igual que te parezca guapa o beneficiable Pepita, la del quinto, o la Jolie. Es más que evidente que a mí me lo parecen Banderas, el abogado requeteatractivo que trabaja en el cuarto y que muero por la sonrisa de Bosé. ¿Y? ¿Algún problema? Sería más preocupante que no te fijaras en otras mujeres porque significaría que el oculista al que vas es nefasto y que, seguramente, seas un peligro al volante. Si estoy contigo es porque te he elegido a ti. Espero que tú opines lo mismo. Si no, como dice la canción (por cierto, qué mal canta Pe), es mejor decirnos adiós.

¿Y si finalmente decides irte con otra en vez de conmigo? Pues es tu elección. ¿Por celarme o intentar hacerte la vida imposible voy a conseguir que no la desees o que no la quieras? Va a ser que no. Es inútil y absurdo. No gastaría ni un minuto en vigilarte, en intentar averiguar qué haces o dejas de hacer cuando sales de trabajar o con quién chateas cada noche. No quiero. Me niego a vivir en el miedo, en la sospecha porque hay quince mil cosas más apasionantes que hacer, por ejemplo terminar de leer El fin del romance. Si estás con otra u otras es porque te compensa de alguna forma y haces muy bien. Eso sí, ni si te ocurra intentar volver. Yo, la no pasional, soy firme y decidida como un espartano. Esto es así. No todas pueden decir lo mismo. Ya sé que no es la opción ideal, pero es la mía. Y no puede encajar más con mi forma de ser y mi tranquilidad vital.

El fin del romance

La obsesión por Sarah acaparó demasiados años de la vida de Bendrix

Por todo lo que acabo de exponer, soy incapaz de ser celosa. Y me alegro, la verdad. Como dice Jardiel Poncela, «los celos son el delirio del instinto de la propiedad». Y no considero a nadie mío, ni yo me considero de nadie. A pesar de lo que me gusta esta canción. ¿Veis como todos tenemos obsesiones? Sólo hace falta que no sean enfermizas. La mía por este hombre es pura fantasía y divertimento. Como debería ser el amor.