Un día, un hombre de barba blanca llegó a la ciudad, levantó una pequeña carpa en la que sólo cabían dos personas y puso un cartel fuera en el que se leía: «Se cuentan futuros felices».
Al principio la gente recelaba del extraño. «Otro timador», decían, pero la curiosidad rondaba todos los días por aquel lugar.