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A estas alturas, Louise Veronica Ciccone, más conocida como Madonna, no necesita presentaciones. Desde los 80 reina inbatible en las listas de éxitos, revolucionando el pop y convirtiendo sus conciertos en un espectáculo visual dirigido a escandalizar a los más puritanos.

Las referencias constantes al sexo, la homosexualidad y la religión marcaron una tendencia que aún ahora es imitada por muchas otras cantantes, como Britney Spears, Katy Perry o Lady Gaga; pero ella fue la primera, una chica que con cierto aire a Marilyn Monroe se atrevió a cantar Like A Virgin en ropa interior, convirtiéndose en todo un sex-simbol en 1984. A partir de ahí, confesó ser una Material Girl; chapurreó español en La isla bonita; provocó la ira de la Iglesia en Like a prayer; se dejó caer por el cine y aunque no tuvo éxito, volvió a levantarse con Sean Penn debajo del brazo en un matrimonio de dos años.

Ahora que sobrepasa los 50, muchos dicen que debería retirarse, que su voz ya no es la misma, pero lo de tirar la toalla no va con ella. Con un cuerpo de acero pulido por su entrenador personal y los retoques pertinentes de cirugía, sigue haciendo coreografías imposibles que luce en sus giras internacionales, mientras vende millones de discos en todo el mundo y cede su imagen a campañas publicitarias de Dolce & Gabbana o Louis Vuitton.

No, Madonna no es una más, es una luchadora nata, incansable, que se reinventa constantemente para permanecer en lo más alto y que ya forma parte de la historia de la música.

MDNA, su último álbum, constituye una cura de dolor de su divorcio con el productor británico Guy Ritchie, en el que, además de incluir frases en sus letras como “Despierta, exmujer. Es tu vida”, revela sentimientos más duros: “Intenté ser una buena chica. Traté de ser tu esposa. Me limité a mí misma y me tragué mi luz. Traté de ser todo lo que esperabas de mí. Y fui un fracaso”. Pero también encontramos a una Madonna abierta al amor, quizá inspirada por los brazos de su actual pareja, el joven bailarín francés Brahim Zaibat, al que puede que dedique Give me all your love y Girl gone wild. Precisamente, en este último single luce a un explosivo Jon Kortajarena, nuestro modelo bilbaíno, y se rodea de hombres con mallas negras y zapatos de tacón. Una copia del videoclip Alejandro, de Lady Gaga y que, según parece, es una pequeña venganza de Madonna contra ella por haberla plagiado en otros trabajos.

Ambos son los primeros sencillos que han salido a la luz, si no tenemos en cuenta la polémica causada por uno de sus seguidores, que ya había colgado el álbum en la red antes de su estreno.

No, está claro. Envidiada y admirada a la vez, Madonna tiene cuerda para rato, aunque sea en playback, como dijo con toda la saña Elton John refiriéndose a la que iba a ser la aparición de la ambición rubia en la Super Bowl, porque hay que ver lo que hace esta mujer.

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