Qué puedo deciros. Para mí hubo un punto y aparte después de haber estado allí. Me cautivó por completo.
Desde el mismo momento en el que coges el tren para adentrarte durante kilómetros en el mar y ves como este parece flotar sobre el agua, ya has entrado en un cuento, pero cuando sales con tus maletas de la estación de Santa Lucia y ves el Gran Canal, con sus palacios y los vaporetti, un montón de gente en movimiento y en mi caso, una luz maravillosa de septiembre… ¡Madre mía! Canaletto, Tintoretto, Tiziano y Veronés no se inventaron nada.
Tardé tres segundos en procesar lo que estaba viendo y cerciorarme de que era real. Allí me quedé, con la boca abierta, un personaje más de un cuadro.